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EL PRIMERO

  • P.
  • 29 feb 2016
  • 2 Min. de lectura

Desde que entré a la adolescencia supe que en algún momento de mi vida, más específicamente cuando cumpliera los dieciocho años iba a tener un tatuaje. La meta era la mayoría de edad, ese momento cuando ya uno es legalmente adulto y vas a un lugar y ya tienes identificación para que corroboren la edad.

Curiosamente, mi mamá y yo cumplimos años el mismo mes pero lo más curioso es que mis cumpleaños son un día antes que los de ella. Veintitrés y veinticuatro de Abril son fechas supremamente especiales para mi familia; yo fui su regalo adelantado. Mi mamá al cumplir cuarenta años se hizo su primer y único tatuaje: un tribal en la parte baja de la espalda con el número 40 en todo el centro y en las esquinas las iniciales de los nombre de mi hermana, de mi papá y el mío (L, R, P). Fue todo un logro para ella y algo de lo que me hace sentir orgullosa.

Era todo una novedad y ella era feliz mostrándolo al mundo cada vez que le preguntaban sobre su tatuaje; ahora estoy segura que en el cielo lo debe de estar mostrando a todos los ángeles.

Desde hace un par de años mi mamá y yo quedamos que cuando yo cumpliera los 18 ella se iba a hacer el segundo tatuaje y habíamos quedado en que iba a ser el símbolo de Tauro –Ya saben, por nacer el mismo mes y todo el cuento de los cumpleaños- y aunque me demoré casi un año, lo hice, lo logré.

No fue en el momento que hubiera querido, en el momento soñado pero el destino nos mostró que así tenía que ser. Mi pánico a las agujas lo medio vencí el 27 de Febrero del 2016, día en el que alcance uno de mis mayores logros, día en el que me hice un recordatorio permanente de mi mami el cual me cuida la espalda, el cual cuando giro la cabeza veo ese símbolo y esas montañas que me hacen sentir que ella está aún más cerca.

¿Dolió? Sí, dolió. No es para mentir, un tatuaje duele a ratos mucho y a ratos nada pero duele; es un dolor soportable, es un dolor que sabes que vale la pena sufrir si es algo que en verdad quieres, que en verdad deseas pero nosotras las mujeres somos capaces de aguantar unos cólicos del carajo vamos a definitivamente soportar ese dolor. Soy la muestra viva de ello. ¿Me haré más tatuajes? posiblemente sí; supongo que unos cuantos más pero NADA grande, se los prometo.

A todas las personas que tienen grandes tatuajes: Todos mis respetos para ustedes, son unos barbaros en aguantar el dolor.

Ahora este pequeño símbolo azul con dos montañas verdes me acompañan día tras día y definitivamente ahora ese pequeño tatuaje se colocó en el puesto número 1 de las cosas que más amo en mi cuerpo, porque lo hice por amor a las persona más maravillosa en mi vida y a la cual amo con mi alma enterita.

Nos leemos luego,

P.


 
 
 

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