FELIZ ANTI SAN VALENTÍN. LA PEOR CITA DE MI VIDA.
- P.
- 15 feb 2020
- 4 Min. de lectura

Ayer fue San Valentín y aunque en Colombia no lo celebramos fue una excusa perfecta para recordar la peor cita que he tenido.
Salí con alguien que se mudó a la ciudad por trabajo, treinta años, australiano; mi idea no era tener algo serio entonces había que esperar a lo que la noche deparara. Nos vimos y empezamos a charlar y a caminar un poco por la ciudad, hacía siglos no sacaba a relucir mi mediocre inglés pero lo importante era darse a entender; nos tomamos una cerveza en uno de los bares más lindos de Cali y a donde quería ir desde hace siglos, charlamos como por unos 45 minutos y ahí ya empezaron a aparecer las señales de que la cita terminaría fatal.
Nos acabábamos de conocer y al parecer él no entendía el significado de “espacio personal”, estoy segura de que las personas a nuestro alrededor se dieron cuenta de eso. A los 20 minutos ya estaba tomando selfies y videos conmigo y aunque me gustan mucho las fotos, la pienso demasiado para hacer este tipo de cosas con otras personas que no son mis amigos porque puede parecer too much (sobre todo en una primera cita aunque a veces me hubiera gustado). Terminamos la cerveza, más caminata y una parada fuera de su casa. No entré.
Cuando salió me hizo un par de preguntas completamente fuera de lugar. Al parecer era experto en lenguaje corporal y predijo de inmediato que lo iba a dejar en la friendzone entonces me dijo que lo besara para saber si yo iba a seguir saliendo con él, no lo hice, nadie puede obligarte a hacer algo que no quieres y menos si llevábamos una hora de conocernos. Le parecía absurdo, mal por él.
Llegamos a otro bar muy lindo, otra cerveza y una charla amena hasta que empezó a mencionar que nunca había visto a mujeres más interesadas y a prostitutas en cada esquina como en cierta ciudad; me di cuenta que el show por el beso era una prueba en donde él se daba cuenta que tipo de mujer era yo, básicamente me dijo que no era ninguna de los tipos anteriormente mencionados. Sinceramente no entiendo por qué no me fui de ahí en ese mismo instante.
Llamó a su amigo para saber qué planes de fiesta tenía y se preocupó más por el hecho de que lo conociera, prefiriera al otro y no terminara mi noche con él. Caminamos hasta un restaurante de hamburguesas como a ocho minutos de distancia y todo bien.
Conocí al amigo y no era para nada mi tipo (el australiano tampoco lo era del todo pero bueno), seguíamos hablando en inglés y pedimos algunas cervezas con papitas. Él fue un momento al baño y el amigo me hizo solo un par de preguntas para que no existiera ese silencio incomodo, al parecer a alguien no le gustó cuando regresó a la mesa.
El experto en lenguaje corporal se enojó y me dijo lo siguiente: “¿Por qué cambiaste tu forma de ser? – se dirige al amigo para decirle que yo no soy así – Tú ya no estás interesada en mí, tu lenguaje corporal me lo dice. Te doy dos opciones y tienes que decir ya: Pagas lo que tú comiste y tomaste y yo corro con el resto de los gastos esta noche o yo pago por lo tuyo y te vas ya, no quiero perder mi tiempo ni saber de ti” (léase con tono altanero y creyéndose la última coca-cola del desierto).
Llevaba aproximadamente unas seis cervezas en mi cabeza y mi cerebro trataba de pensar en otro idioma que no era el mío.
Yo pagué por mi comida pero no con el interés de pasar más tiempo con él sino por las ganas de salir corriendo de ahí y estar en mi casa viendo alguna serie o durmiendo profundamente. La gota que derramó el vaso fue que al momento en que él pagó sus cosas, se quedó sin efectivo y dijo “por pagar un taxi” (léase nuevamente con el tono más altanero del planeta). Cuando acepté salir a la cita, él se ofreció para pagar mi taxi pero no le creí así que yo lo pagué; nos vimos, me devolvió el dinero, no lo acepté porque ajá y él mismo dijo que había quedado en eso conmigo.
¿Era necesario echarme en cara el pago del taxi? ¿Era necesario ponerme a prueba toda la noche?
Se enojó, agarró su blazer azul desteñido, se levantó de la mesa y le pidió al amigo que se fueran. El amigo se disculpó por esa actitud porque sabía que nada de eso estuvo bien, se despidió y otro salió sin siquiera un adiós pero corriendo 100m planos. Pedí mi taxi que estaba a una cuadra, gracias a Dios.
Recordé bien por qué no me gusta salir a citas y preferir estar en mi casa viendo a Carrie Bradshaw y a sus tres amigas.
P.
Comments